Abstract
The Hungarian writer Sándor Petőfi (1823–1849) achieved the union of the Hungarian people thanks to the verses of his National Song (Nemzeti dal), which have always been quoted and recited with great interest. Therefore, the following paper aims to analyse some problems with the poem's translation into Spanish and present a new version of this emblematic poem for the Hungarians.
“El sentimentalismo del carácter húngaro es diferente al del romanticismo. Mientras que este último toma prestado del sentimentalismo su línea conductora, el húngaro se sirve por el contrario de su patria y de sus circunstancias nacionales. El amor exaltado no es un fruto que florezca entre nosotros, sino que recientemente lo hemos tomado prestado de nuestros vecinos europeos. ¿Y qué ganamos con él? No es difícil adivinarlo”.1
Esto aconseja ser prudentes al hacer una lectura nacional o nacionalista, por lo menos en términos lingüísticos. Prudencia también al traducir “haza” por el término español “patria”. Haza, en húngaro, significa también hogar, de ahí que la connotación “patriótica”, relacionada con el pater del latín, y frecuente también en el resto de lenguas europeas, resulte cuanto menos impreciso para lo que es. Por lo tanto, la alocución de los versos iniciales se dirige al propio hogar y no a la patria. De ahí que el Dios de los húngaros del verso 5, quizás, no haya que verlo como a un dios “diferente” al Dios de España o al Dios de Francia; el Dios de los húngaros, Isten, es literalmente el “señor”; si cabe, el señor de la casa.
La imprecisión y ambigüedad de las palabras españolas sume al traductor en una cierta inquietud, acrecentada por matices perdidos tan dolorosos como el de la primera palabra del canto: talp-ra. En húngaro, literalmente, se está pidiendo que el húngaro se ponga sobre sus pies. Por lo tanto, el más bien prosaico “Álzate, húngaro, ¡la patria te llama! … Por el Dios de los húngaros, por él juramos”, es en realidad literalmente: “De pie, magiar, la casa te llama … por el señor de los magiares”.
Los húngaros suelen decir que una lengua está viva cuando su vocabulario se pone a prueba y, con medios propios, se crean nuevos conceptos sin extranjerismos. Y la lengua húngara, por lo general, lo hace así. Se ve bien en Petőfi y en su uso de frases compactas, usos cotidianos y palabras de extrema evocación para términos que en realidad no hay. De este modo, cuando el Nemzeit dal habla de esclavos en el estribillo de la canción o en el v. 10 (rabok voltunk), la palabra húngara vuelve a alejarse del sclavus latino, presente en español (esclavo), alemán (Sklave), etc., y usa un rab de colorido centroeuropeo (también en croata se dice “rob”). ¿Y qué es rab? Además de un esclavo, alguien que está sometido, que no es libre y que depende de otro para ser quien es. Es decir, más que un “esclavo”, es más bien un “preso”.
“Siempre que florece la literatura, el idioma nacional sufre cambios; cuando la lengua de la vida se convierte en la lengua de los libros, el escritor deja frecuentemente de encontrar las palabras adecuadas a sus pensamientos, viéndose obligado a trazar su pensamiento y su sentir con trazos más afilados, notando así las tensiones más profundas del alma con frecuencia no notadas. …
La lengua es uno de los tesoros que desde siempre se protegieron con más miedo, así como uno de los ornamentos principales de las naciones; se trata del más bello retrato del alma de la nación, así como el que la preserva y le insufla vida. Ambas partes lo ven así, amando cualquiera la lengua con un patriotismo santo”.2
Esta cita procede de un estudio de 1819 en la que el autor reflexiona acerca de las dos posiciones a las que puede enfrentarse un hablante que, en su lengua, no tiene palabras para expresarse literariamente. Por esto afirma que, mientras “que una parte desea preservar la lengua de cualquier cambio, la otra, por el contrario, desea precisamente este cambio para que progrese”. Kazinczy usa un nombre para hablar de cada una de las dos partes: el ortólogo, que admite lo que permiten la gramática y la costumbre, y si la palabra no está en el diccionario prefiere que se adopte en su forma extranjera; el neólogo, quien por el contrario no se contenta con lo que hay, y adopta todo lo que da fuerza y belleza, evitando sobre todo el uso de extranjerismos.3
“El húngaro no se muestra escéptico acerca del valor de la acción, sino que, más bien, su flema oriental ha insuflado una cierta indiferencia, algo así como una ‘filosofía de me da todo igual’, que diferencia [al húngaro] de los otros pueblos europeos mucho más activos. Así, una de las principales característica de esta poesía es ese mirar melancólico, y uno de sus principales temas, la carente capacidad para actuar” (Babits 1921–1941)
“No trabajo si nada me impulsa a ello,
si no se apodera de mí la vaga melancolía.
…
No niego la raza de Oriente”.4
“Fényesebb a láncnál a kard,
Jobban ékesíti a kart,
És mi mégis láncot hordtunk!
Ide veled, régi kardunk!”
“La espada brilla más que las cadenas
y adorna también mejor los brazos
de quienes portamos aun cadenas.
Ven aquí antigua espada nuestra”.
“Las palabras húngaras no están todavía tan desgastadas como las de los idiomas más usados. El húngaro no piensa tanto en palabras como sí en imágenes; en la literatura húngara, pocas palabras floridas hay, pues el húngaro prefiere usar más bien las flores de verdad, las imágenes de verdad, los recuerdos de verdad. La fantasía húngara ha conservado hasta el día de hoy esta frescura juvenil hasta el día de hoy”.5
“A magyarok istenére
Esküszünk,
Esküszünk, hogy rabok tovább
Nem leszünk!”
“Por el Dios de los húngaros,
por Él juramos,
juramos que jamás seremos
esclavos de nuevo”.
“A magyar név megint szép lesz,
Méltó régi nagy hiréhez;
Mit rákentek a századok,
Lemossuk a gyalázatot!”
“Hermoso será de nuevo el nombre de Hungría,
digno de su antigua y gran fama,
lavaremos el oprobio
que arrastramos desde hace siglos”.
“En verdad, el húngaro, en su historia, no se mostró nunca como un hombre de acción, por eso quizás –y porque en realidad tampoco quiso– tuvo que conformarse con un humilde puesto entre las naciones. El pueblo húngaro tiene un pasado turbulento, le han sucedido muchas cosas y, por eso, es poco el valor que les presta: no busca aventuras, porque las conoce, ya que su fantasía está repleta de ellas; no desprecia las grandes cosas, sino que las canta, se deleita con ellas, pero han dejado de conmoverlo y de estimular su voluntad; y, por eso, ha sido capaz de actuar en ocasiones con mayor inteligencia, porque es un pueblo con temperamento. Su escepticismo no es cinismo, es cordura; su amargura no es cínica, sino más bien un humor sano, benévolo y curtido. Y el famoso humor húngaro, otro de los rasgos más importantes de nuestra literatura, es en realidad la sabiduría flemática de nuestros campesinos. Es la distancia de quien observa tranquilo al que no para de actuar. El húngaro no se ríe ni tampoco codicia el humor de otros pueblos; (como un campesino) vio mucho, y sabe que no hay mucho que merezca la pena, sino que prefiere sonreír amando la tierra y viendo cómo otros no paran. Es el hombre experimentado frente al niño juguetón”.6
Teniendo en cuenta todo esto, surge la pregunta de si tiene sentido traducir al español lo que resulta, a veces, inaccesible. Pero Petőfi responde afirmativamente.
En Hungría, leído por sus compatriotas nacionales, las valoraciones de Petőfi no son unánimes. Este conocido poeta se ha considerado desde un autor leído en vida hasta un héroe nacional en muerte. Para Antal Szerb, del movimiento impresionista, fue un poeta de “vivencias” narradas en poesías parecidas a un diario. Durante el comunismo, Petőfi fue un socialista perfecto; para los revolucionarios del 1956, un libertador revolucionario. ¿Y hoy? Solo el tiempo lo dirá. Dado que cada época ha leído e interpretado a Petőfi un poco a su manera, parece que tiene una relativa coherencia traducir al español su Canto nacional, aunque su traducción no suene justa.
Bibliografía citada
Babits, M. (1921-1941). Magyar irodalom, IV [1913], en Íd., Írás és olvasás. Összes Művei. Ed. de Sophie Török. Franklin-Társulat Kiadása, Budapest. https://mek.oszk.hu/10900/10903/html/02.htm#434 (última consulta: 17/02/2023).
Kazinczy, F. (1960). “Ortológus és neológus nálunk és más nemzeteknél” [1819], en Íd., Cikkek és Tanulmányok, en Versek, műfordítások, széppróza, tanulmányok. Ed. de Mária Szauder. Szépirodalmi Könyvkiadó, Budapest. https://mek.oszk.hu/07000/07016/html/#89 (última consulta: 17/02/2023).
Kölcsey, F. (1960). Nemzeti Hagyományok, de Irodalmi kritikák és esztétikai írások, en Íd., Összes Művei. Ed. de Józsefné y József Szauder. Szépirodalmi Könyvkiadó, Budapest. https://mek.oszk.hu/06300/06367/html/01.htm#184 (última consulta: 17/02/2023).
Petőfi, S. (1951). Nemzeti dal, en Íd., Összes költeményei. Szépirodalmi Könyvkiadó, Budapest. https://mek.oszk.hu/01000/01006/html/vs184802.htm#28 (última consulta: 17/02/2023).
“De a magyar karakteri szentimentalizmus a romantikaitól különböző. Ez fő vonását a szerelemtől, a magyar pedig hazájától és nemzeti fekvésétől kölcsönzi; a szerelem epedése nálunk nem hazai plánta: európai szomszédainktól nemrégen kölcsönöztük azt s mit nyertünk benne? kitalálni nem nehéz” (Kölcsey, 1960). Todas las traducciones son de los autores del artículo.
“Valahol a literatúra virágzásra fakadt, a nemzeti nyelv mindenkor szenvede változást, mert az élet nyelve könyvek nyelvévé válván, az új ideákhoz magában nem talála készen szókat, s az író kénytelen vala a gondolatot és érzést élesb vonásokkal kirajzolni, s azoknak gyakran alig érezhető különbségeiket kijegyezni. … A nyelv egyik legféltőbb kincse, egyik legfőbb dísze a nemzeteknek, s a nemzeti léleknek mind igen szép képe, mind hív fenntartója s ébresztője. Érzi ezt mind az egyik fél, mind a másik, s szereti a nyelvet szent hazafisággal: abban hasonlanak meg, hogy míg az egyik azt elváltozásától s elkorcsosodásától félti, a másik annak elváltozását, azaz haladását még óhajtja is” (Kazinczy, 1960).
cf. ibíd.
Nem dolgozom, csak ha valami hajt:
Egyébkor lusta mélabú temet
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S nem tagadom meg a keleti fajt. (Babits, 1921–1941)
“A magyar szavak még nem olyan halaványak, mint elhasználtabb nyelvek szavai. A magyar nem annyira szavakkal gondolkozik, mint inkább képekkel. A magyar irodalomban kevés a szóvirág, a magyar valódi virágot, valódi képet, valódi emléket használ inkább. S a magyar fantázia ez ifjúi frisseséget mind a mai napig megtartotta” (Babits, 1921–1941).
“Valóban, a magyar történetében sem mutatta magát soha a cselekvések emberének: s talán ezért nem tudott (mert igazában nem is akart) nemzetével a nagyvilágban érvényesülni. A magyar viszontagságos múltú nép, annyi dolgokon keresztülment, nem nagyon nagyba veszi már a dolgokat: és nem keresi a kalandokat, mert ismeri őket; fantáziája tele van velük, nem veti meg őket, a nagy dolgokat, mesélgeti szívesen, gyönyörködik is bennük, de nem érintik már nagyon és akaratát kitartóan fel nem buzdítják: sokkal okosabb. Legfeljebb pillanatokra: mert hiszen temperamentum van benne. Szkepszise nem cinizmus, hanem józanság. Nem cinikus keserűség, hanem józan, jóindulatú, fölényes humor. A híres magyar humor, irodalmunk egyik fővonása: tulajdonképpen ilyen flegmatikus parasztbölcsesség: a nyugodt szemlélődőnek fölénye a cselekvővel szemben. Nem csúfolódik, nem is irígykedik, mint más népek humora: sokat látott, tudja, hogy sok minden ‘nem érdemes’: de azért csak szeretettel mosolyog a világon, azokon, kik törik magukat: mint a tapasztalt férfi a bohó gyermeken”. (Babits, 1921–1941).